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Daños Internos

Las cosas que uno hace por amor.

Conoces a alguien, te gusta, se conocen un poco más, te gusta un poco más. Y si tienes suerte, le gustas tú también. Entonces todo es maravilloso, te ríes de sus chistes, todo lo que te cuenta te parece interesantísimo, hasta la verruga que tiene en alguna parte inadecuada te parece sexy.

Y llega el día en que finalmente pasarán la noche juntos. No estoy hablando de la primera vez que dos personas que se gustan tienen sexo, sino de tal cual pasar la noche juntos. Dormir uno al lado del otro.

También me sucedió. Conocer, gustar, todo bello. Hasta que dormí a su lado, es decir, yací a su lado, porque dormir fue imposible.

Pero las cosas que uno hace por amor, por querer seguir respirando el mismo aire mientras él duerme, a pesar de que en lugar de respirarlo, lo machacase.

Los síntomas tardaron poco tiempo en aparecer . Ojos rojos, fatiga, agitación y nerviosismo. Caballerosamente, él esperaba a que me durmiese, muchas veces sin éxito, pues apenas tocaba la cama,  se sumergía en las profundidades de un infierno onírico donde sus ronquidos se amalgamaban perfectamente con los gritos desolados de las almas torturadas que allí moraban y yo descendía en un espiral de locura y desesperación. Dante Alighieri no hubiese podido jamás imaginar tales horrores para su hades.

Recurrí a unos simples tapones para los oídos, y santo remedio… logré conciliar el sueño.

Pero los síntomas no pasaron, más bien empeoraron. Debilidad, fatiga, dolor corporal, pesadillas incesantes. Y mientras más tiempo pasaba, más necesidad sentía de permanecer en la cama. Simplemente no tenía fuerzas para levantarme. Una noche sentí que me ahogaba, comencé a toser y retorcerme de dolor, un dolor atroz en lo más profundo de mis entrañas. Cuando en medio de mi agonía logré encender la luz, noté que sangraba por todos los orificios – todos – de mi cuerpo. Mi compañero nocturno continuaba plácidamente su sinfonía de destrucción y un torrente de sangre subió por mi garganta y se desbordó por mi boca a borbotones, no sin cierta violencia. La sangre salpicó por todos lados y despertó a mi atormentador, quien diligentemente me llevó en su moto a Emergencias, mientra yo dejaba caer saliva sanguinolenta sobre su hombro, aturdido y agonizante.

Y bueno, uno hace cosas por amor, pero no siempre el amor hace cosas por uno.

Los exámenes indicaron lesiones graves en los órganos principales, causadas por las fuertes vibraciones que sus ronquidos generaban. Dormir a su lado me estaba llevando progresivamente no solo a la locura, sino también a una muerte segura.

(nota: las imágenes las encontré por ahí en internet, no son mías)

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